A veces la lluvia era tan densa que permancía en los párpados como un abrigo azul de ceniza.
A veces había tanto silencio que los pájaros nos confundían con estatuas.
Y otra vez las rosas que nunca morían estaban allí para nosotros, resplandeciendo en esa llama, que era la llama del amor, y nadie más lo sabía.
Sólo nosotros,
en ese jardín intacto de la memoria que sigue renaciendo para que nos amemos.
Aquí otra vez. Simplemente. Puedo decir que ante tu poesía el camello se pondrá a llorar sabiendo que deberá pasar el corazón por el ojo de la aguja. Sabiendo. O ignorándolo, ¿Acaso no hallan valor las cosas en sus contrarios?
ResponderEliminarla única pregunta: quién eres tu, quién soy yo? debo revisar mi memoria
ResponderEliminarTécnicamente son dos únicas preguntas.
ResponderEliminarYo: súper nadie.
Vos, mmm, la muchacha que escribe bellos poemas.