Amor que me dueles en la risa
y en la acostumbrada soledad de las calles
donde mi corazón como remanso hambriento te busca
en la descontinuada artificialidad de las miradas
amor que no me llamas y con derecho me eximes
sino de este beso, mensajero dulce de tu entraña
saber que no he de encontrarte
en la abnegada oración de los días
ni recordándote azul, con tu vestido de luciérnagas
radiante en la noche en que llovían
de tus ojos las estrellas.