... en qué bóvedas azules voy a guardarte de la alta oscuridad que me llama ...

martes, 10 de julio de 2012

Para que nos amemos

A veces la lluvia era tan densa que permancía en los párpados como un abrigo azul de ceniza.
 
A veces había tanto silencio que los pájaros nos confundían con estatuas.
 
Y otra vez las rosas que nunca morían estaban allí para nosotros, resplandeciendo en esa llama, que era la llama del amor, y nadie más lo sabía.
 
Sólo nosotros,
en ese jardín intacto de la memoria que sigue renaciendo para que nos amemos.